lunes, 27 de agosto de 2012

Paradojas.


Según la RAE, una paradoja, es "una idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas". Si ahora analizamos las cosas que están pasando y en cómo reacciona el ciudadano, creo que paradoja es la palabra adecuada al momento que vivimos.

Aparte de las olas de calor, este verano hemos padecido la avalancha de recortes y ajustes que el Gobierno ha tomado, incumpliendo de ese modo, no solo las promesas electorales que le dieron la victoria, sino las que hicieron, ya en el poder, cuando aseguraron que no se modificaría ni el IVA ni el sueldo de los funcionarios. La paradoja se presenta cuando, tras estas acciones de Gobierno y la palpable indignación del ciudadano, se comprueba que la respuesta civil es nula. Algo falla, como dice la definición del principio, si prima una idea opuesta a la común opinión.

La democracia española exige que periódicamente se "escuche" la voluntad de sus ciudadanos en diversas elecciones, de este modo el pueblo se convierte en soberano eligiendo unos representantes y unas políticas con las que se identifica. Por otra parte, una democracia real posee los resortes adecuados para que si los representantes electos hacen lo contrario de lo que llevaban en su programa, conseguir que la situación no se prolongue en el tiempo. La paradoja surge cuando, como ahora, se dan las condiciones para que estalle la tormenta perfecta social y ésta no se da.

Para desfacer el entuerto debemos analizar los instrumentos que poseemos los españoles para evitar que un gobierno incumpla su contrato con los ciudadanos. En primer lugar está el Parlamento, en el que el principal partido de la oposición, se ve atado de pies y manos pues no sólo él mismo incumplió en la legislatura pasada con sus compromisos electorales, sino que en aquellas comunidades en las que gobierna sigue haciéndolo de espaldas a su programa. El resto de partidos que podrían alzar la voz son los nacionalistas que se encuentran en la misma situación anterior, así pues, queda excluido el Parlamento por falta autoridad moral y voluntad de ser canalizador de la indignación. Luego están los sindicatos que se encuentran presos en su propia paradoja, son los representantes legales de unos trabajadores que no creen en ellos (el ejemplo está en las última convocatorias de huelga general) y se mantienen vivos gracias a las aportaciones de un Estado contra el que no pueden arremeter. Podríamos acudir a las iniciativas populares pero estas han de pasar por el Parlamento que aplicará el rodillo del que no desea que sus privilegios se vean mermados. Para finalizar tenemos los tribunales de justicia que en su última instancia están gobernados por magistrados que se deben a los partidos políticos. Así pues, eliminada la posibilidad de los tribunales, se completa el círculo de indefensión ciudadana.

La cruda realidad es que el Estado que hemos construido no posee los mecanismos de control suficientes para obligar a un Gobierno incumplidor a que escuche de nuevo la voluntad popular y esta carencia es la que explica la inexistente reacción del pueblo. Lo terrible es que sin esos recursos el ciudadano se encuentra indefenso ante la maquinaria de unos partidos sin escrúpulos y sin ciudadanos ya no hay democracia.

Debemos volver a restablecer esos canales de participación ciudadana que PP y PSOE, con sus aliados nacionalistas, se han dedicado a dinamitar en pasadas legislaturas. Hemos de cambiar la ley electoral para que cada diputado sea consciente de a quién debe el escaño y de que es al ciudadano a quien ha de rendir cuentas y no al que hace las listas en su partido. Igualmente los partidos políticos y los sindicatos, han de pasar de subsistir de las subvenciones para pasar a depender de sus afiliados. Tenemos que ser conscientes de que, o acometemos estos cambios para salir de esta crisis de estado en la que nos encontramos, o la voluntad popular será anulada y la partitocracia se convertirá en el nuevo modo de gobierno.

Evidentemente este artículo quedaría cojo si no expusiera cuál creo yo que es la solución para acometer estas reformas. El modo está en crear un partido bueno (si me permiten el adjetivo como contraposición al banco malo que quiere crear el Gobierno) uno que lleve estas propuestas de cambio como bandera, un partido que crea que antes que nada está el ciudadano. Es necesario un cambio de rumbo sin rupturas ni violencias, no es necesario dinamitar lo que la Constitución marca, sólo se ha de ajustar, eliminando privilegios injustos, creando nuevos modelos electorales que primen la igualdad entre ciudadanos, dando ejemplo entre otras cosas. Los ciudadanos han de organizarse y creer en aquello que tanto costó construir.

Animo a todos a que creen su partido bueno si bien yo personalmente creo que ya existe y es UPyD.

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